viernes, 14 de septiembre de 2012

La guerra de invierno: David humilla a Goliath.

En el año 1936, la Unión Soviética de Stalin estaba exultante; gracias al protocolo secreto de los acuerdos de paz firmados, tenía en su poder las tres pequeñas repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania, amén de un buen pedazo de la ya inexistente Polonia. El coloso bolchevique estaba ávido de nuevos territorios, por lo que puso su vista en un vecino suyo; el orgulloso y celoso de su independencia país de Finlandia.
Finlandia, país que fue  dominado por los suecos y la Rusia zarista, temía por su futuro, y no era para menos; el 14 de octubre de 1939, ambos países negociaron una modificación de fronteras favorable a Stalin. La frontera sería movida 25 kilómetros atrás desde Leningrado, además de permitir una base naval en la península de Hanko. A cambio, se les cedería un área en Carelia, el doble de extensa, pero de menos importancia económica y estratégica.
                                          Mapa de Finlandia.
Evidentemente, los fineses se negaron en rotundo a aceptar ese pacto, por lo que la URSS realizó una pantomima; atacaron con su artillería la aldea rusa de Mainila, y anunciaron que este hecho fue por culpa de los fineses, y que varios soldados soviéticos murieran en el ataque. Stalin demandaron el replegamiento de 25 kilómetros de la frontera, y una disculpa. En vista de la negativa finesa, los rusos atacaron Finlandia el 30 de noviembre de 1939. Comenzaba la Guerra de Invierno, o Talvisota en finés.
A diferencia de sus desafortunados vecinos polacos, los fineses se retiraron hacia una línea defensiva, la Línea Mannerheim, para intentar rechazar las 23 divisiones soviéticas, unos 450.000 hombres.
En el territorio ocupado se formó un gobierno títere, la República Democrática de Finlandia, presidida por Otto Kuusinen.
                                                   En verde, la República Democrática de Finlandia.
A pesar de la enorme superioridad rusa (ya que Finlandia sólo pudo reunir 180.000 efectivos), era una diferencia engañosa, ya que los fineses usaron tácticas de guerrilla, esquíes, camuflaje, su enorme conocimiento geográfico del país y un viejo amigo de la Guerra Civil Española, el cóctel Molotov, cuyo nombre se puso precisamente en esta guerra, en honor al ministro de exteriores Viacheslav Molotov. También se realizó un fructífero uso de los francotiradores. Mención aparte merece Simo Häyhä, La Muerte Blanca, el que posiblemente fue el mejor tirador de todos los tiempos, con 505 bajas a su nombre (aunque se cree que pudo llegar a 542) usando su fusil Morin-Nagant.
                                                          Simo Häyhä, La Muerte Blanca.
Todo esto hay que sumarle la enorme incompetencia demostrada por los rusos, ya que, dejando de lado el hecho de que no estaban preparados para una guerra invernal, el rendimiento de sus tanques y de sus aviones fue muy pobre. Una prueba: los aviones fineses derribados fueron 62. Los rusos, 684.
Pero, a pesar de la defensa tan heroica de los habitantes y soldados de Finlandia, dirigida por el general Gustav Emil Mannerheim (elegido presidente en 1944), los rusos acabaron ganando la guerra, ya que Stalin relevó al comandante Kliment por Semion Timoshenko, que, usando a sus 600.000 hombres y la artillería, derrotó a Finlandia que, derrotada y desilusionada por la falta de apoyo internacional, pidió el cese de hostilidades, algo que Stalin acogió de buena gana, harto de una guerra que lo había dejado a él y a su ejército en ridículo delante del mundo entero.El 13 de marzo de 1940 acabó el conflicto.
Hay que prestar atención al hecho de que Hitler, viendo la inconpetencia de Stalin, disipó cualquier duda sobre una futura invasión. Pero la Unión Soviética tomó buena nota; rescató militares perdidos por las purgas, modernizó su ejército...
Un hecho curioso ocurrió durante las negociaciones del armisticio. Discutiendo sobre los territorios, Stalin plantó el dedo sobre Enso,hoy Svetogorosk, una de las cuidades que más polémica causaba. Cuando el cartógrafo pasó el lápiz para delimitar la frontera, no se atrevió a pedirle a Stalin que apartara el dedo, por lo que lo rodeó. Desde entonces, en los mapas, se aprecia como un semicírculo cerca de la ciudad.
La Guerra de Invierno es el mejor ejemplo de cómo en una guerra, no tiene por qué ganar el que más medios tiene; la voluntad y el conocimiento de unos venció al poderoso pero incompetente ejército de Rusia.








1 comentario:

  1. Muy interesante lectura. La guerra de invierno, convenció a Hitler que Stalin era abatible y a este que tenia muchas falencias por corregir para la guerra que se avecinaba.

    ResponderEliminar